Este documento se publica poco después de que Estados Unidos cuadruplicase hasta el 100 % los aranceles que aplica a esos vehículos y que la Comisión Europea (CE) anunciase tasas adicionales de una media de un 21 % tras una investigación que se centró precisamente en determinar si las subvenciones de Pekín generaban competencia desleal para los fabricantes europeos.
Según CSIS, algo más de estas ayudas llegaron en forma de exenciones a impuestos sobre ventas. El resto se reparte entre descuentos nacionales a compradores, financiación gubernamental para infraestructura -mayormente, puntos de carga-, programas de investigación y desarrollo (I+D) para fabricantes o adquisición de vehículos por parte de instituciones gubernamentales.
El informe apunta que la financiación ascendió a unos 6.740 millones de dólares anuales entre 2009 y 2017, cuando el sector estaba "todavía despegando", para triplicarse entre 2018 y 2020 y volver a repuntar "de forma considerable" a partir de 2021.
Scott Kennedy, analista del CSIS especializado en China, matizó que estas estimaciones son "muy conservadoras" al no incluir políticas locales para incentivar el cambio a eléctricos, el bajo coste de electricidad, terrenos o crédito o las subvenciones ofrecidas a otras partes de la cadena de suministro, como por ejemplo a la minería o a los productores de baterías.
En cualquier caso, el investigador también apunta que los subsidios por vehículo se han reducido desde el equivalente a 13.860 dólares por vehículo a unos 4.600, cifra que queda incluso por debajo de los 7.500 que ofrece Washington como parte del Acta para la Reducción de la Inflación, promulgada en agosto de 2022.
Y, además, Kennedy menciona también las mejoras en términos de calidad que han efectuado las marcas chinas: "Durante muchos años, las automotrices chinas languidecieron muy por detrás de los pioneros globales en Europa, Asia Oriental o Norteamérica. Pero ahora han reducido esa brecha en automóviles en general, y han adelantado en eléctricos".
"Si los eléctricos chinos fuesen chatarra, no presentarían ningún problema grave para los fabricantes del resto del mundo", apunta el analista, que acusa a automotrices y gobiernos occidentales de "haber perdido el tiempo" y de "no haber sido suficientemente agresivos" en su transición a los eléctricos.
Kennedy concluye que "los eléctricos chinos se han beneficiado de un enorme apoyo (en forma) de políticas industriales, y su calidad está mejorando, lo que los hace atractivos para consumidores nacionales e internacionales. Una respuesta efectiva por parte de EE. UU., Europa y otros debe tener ambos factores en cuenta".
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